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UNA GATA EN EL TEJADO


UNA GATA EN EL TEJADO

Por: Johanna Marcela Rozo

mujerdeniebla@yahoo.es

www.lenguajedemujer.blogspot.com

La primera vez que oí de Beatriz como poeta, fue en mi natal Pamplona, precisamente en la Universidad donde ella adelantó estudios de Licenciatura en Lingüística y Literatura. Comentaba una docente de aquella facultad, sobre algunas palabras que compartió con Beatriz, acerca de la neblina incomparable de la ciudad; sobre todo como motivo de inspiración para escribir.


Abriendo las piernas a la carne fue su primer poemario. Con él logra no solo darse a conocer en las letras colombianas de la poesía joven, sino representar la poesía femenina. Con este poemario convence a mujeres y hombres de que la mujer tiene el derecho y el deber de sentir placer. Y lo dice descarnadamente. Con la pasión de una mujer convencida de la libertad de amar y sentir. Convencida del poder del universo femenino, claramente expresado en el poema que da título al libro “ yo /la flor que de par en par/a tus ansias /sus pétalos esparranca…/ Tú, /el colibrí/ del sediento y penetrante pico/ que una y otra vez me taladras/ haciéndome imitar/ el canto de las noctámbulas/ gatas en los tejados.

En estos versos consigue mostrar las ideologías íntimas de la mujer frente a su compañero: el amor, el desamor y el ardor que en su cotidianidad guarda. “Adoro el desorden/ porque sólo existe/cuando estás conmigo”. Y en la fineza de sus versos tropezamos con el desengaño en una bella imagen poética “Contra las estáticas flores del mural/ el colibrí / sufre su primera decepción de/ amor.

Y el poema que perturba es aquel que retrata con dulzura y dolor la soledad y la ausencia, Recordando a Penélope, cuya lectura destroza el corazón de aquellas y aquellos que aman intensamente y para toda la vida, si es que esto es posible. “No sé por qué/ pero la poquita gente/ que amo siempre/ siempre está/ deseando partir hacia algún lado…/ O tal vez sí sé: / sucede que yo/ tierna espectadora de mis vigilias/ siempre siempre / estoy dispuesta a esperar…/ alcahueteando ausencias.

Esta es Beatriz, que con su poesía construyó un espacio diferente para la mujer, una visión amplia y profunda de su esencia, un retrato que expone sus sentimientos, que se refleja alejada de miedos, prejuicios y secretos.


Beatriz Vanegas Athias nació en Majagual, Sucre, Colombia, en 1970. Poeta y cronista. Ganó el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia en 1993, con el libro “Abriendo las piernas a la carne” (Editorial Lealon, de Medellín-1994). Obtuvo también el Premio Departamental de Poesía, Fondo Mixto de Sucre, con “Galería de perdedores”, publicado por la misma editorial en 2000. Y fue finalista en el Tercer Concurso de Poesía Amorosa en Palma de Mallorca, 2006. Se desempeñó como cronista y reportera de los suplementos culturales en los diarios Vanguardia Liberal, El Meridiano de Sucre y Córdoba. Trabajos poéticos suyos han sido publicados en antologías de poesía departamental y nacional y en las revistas “El Túnel” de Montería, “Puesto de combate” de Bogotá, revista “S” de Bucaramanga, y “Semana”, entre otras. En 2006 publicó el libro de poemas “Los lugares comunes” (Editorial Sic, de Bucaramanga). En la actualidad vive en Bucaramanga y prepara un libro de crónicas y reportajes titulado “Voces que apagan la oscuridad”, además del poemario “La herida de la hiena”. Coordina el Taller de Lectoescritura “Sara Malacara” donde promociona la literatura infantil y juvenil. Es candidata a Magíster en Semiótica de la Universidad Industrial de Santander.

FUGA
He de fugarme de este barrio:
Iguana gigantesca y burlona
Que conoce
Hasta el color de mi pijama.

MEMORIA DEL TRASTEO
Cada vez que sucede el trasteo
Coleccionas un incendio en tu vida.
Nada queda:
Sólo una galería de recuerdos enfermos
Que no tuvieron tiempo de sanar.
Cansancios que no alcanzaron a descansar.
Amores mal hechos, comedor sin calor.
Habitación decorada a medias.
Intentos de biblioteca, cocina sin olor propio.
Puerta en la que no encontraste
Las piezas para completar
El rompecabezas de tu ser.
Nada queda:
Ventanas anhelantes y bocina desesperada
Que anuncia tu única compañía:
El viento de la carretera
Azotando sin pudor tu mirada.

BINOMIOS
El arma blanca y el arma de fuego.
La súplica y el silencio.
La viuda y las declaraciones.
La ciudad engorda.
El poder también.

MEMORIA DEL REGRESO
Habitas el día como leona encarcelada.
No hay parque, poema, bar o conversación
que apacigüe al ejército de hormigas
que marcha por tu sangre.
La tarde es una sentencia a muerte.
La ventana un altar
ante el cual suplicas el milagro.
Cuando la noche llega y quien esperas no,
sucumbes a la ira
y las paredes y los fetiches
soportan tu rabia.
Cuando la noche llega y quien esperas no,
desciendes por el agujero de la inquietud
hasta caer en un sueño turbio y expectante
Hasta que unos golpes a la madrugada
te anuncian ésa sonrisa, ésos ojos,
unos brazos que se abren
y ante los que no tienes más remedio
que desbordar una buena bienvenida.

VICTORIAS DE JOSEPH
Los judíos dejan el rostro
En las barracas.
Los judíos pronuncian silencios.
Con su andar de topos
Ya no acuden a la piedad.

Un judío,
Un fantasma.

CONSUELO
Por las huellas
que no dejaste
me aproximo al recuerdo
que no fundamos.

Sólo la lluvia
cortina transparente
e imprescindible al poema
te reivindica.

ESPERANZA
No espera más
Que la visita de la noche
Y de la culpa.

TODO LO QUE QUIERO ES UN BALCÓN PROPIO
Un balcón propio
Con persianas de madera
Y cortinas fragantes
Para ver a las mujeres lindas
Pasear su tristeza maquillada
Y a las mujeres feas
Conformes con su andar
Y amargadas con su sal.
Un balcón con persianas de madera
Para ver a los hombres cansados
Con el peso del amor inexpresado.
Un balcón propio
Para ver la mecedora balancearse en la luna
Y las redes aferrarse al azulejo
Y al asesino pasear con los bolsillos
Plenos de dinero adolorido.
Todo lo que quiero es un balcón propio
Para descorrer la lluvia
Y encarcelar al aire
Y acariciar la gota que se amañó
En la hoja del almendro
Y soportar a distancia
La lucha del hombre con el ancla;
Y sonreír con la dejadez
Del que sólo espera la noche y el bocado.
Y una tarde sin premura
Tomar tu dulce mano pequeña
Tocar como ciega tus ojos punzantes
Saborear tu sonrisa confiable
Y dibujarle a la noche
Los colores del escándalo

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