domingo

PUESTO DE COMBATE UN VIAJE SIN FIN




Por: Johanna Marcela Rozo Enciso.
mujerdeniebla29@yahoo.es
www.lenguajedemujer.blogspot.com


La revista literaria Puesto de Combate una de las publicaciones más importantes de la literatura nacional llega este año al número 79 y con el anuncia su cierre definitivo en la edición número 80. Esta noticia nos toma por sorpresa a los lectores y por ello agradecemos que su director Milcíades Arévalo,  aceptara esta entrevista.

J.R. Milcíades Arévalo, bienvenido. Hablemos primero de la edición 79, de los autores y los temas que se publicaron.
MA.  Siempre he sido muy agradecido con los autores porque cada vez que los convoco me sorprenden con sus poemas, ensayos, entrevista y cuentos. Siempre hay alguien en alguna parte del país que está pendiente de la publicación y me envía algún material.  Son tantos que no hay manera de publicarlos a todos. Esta revista se inició como respuesta a El Espectador,  donde todos los domingos,  en la sección de Cartas de los Lectores  del Magazín Dominical, la respuesta del señor GOG a sus colaboradores espontáneos era: “Su texto fue a parar al cesto”.   Muchos textos míos fueron a parar al cesto, pero yo me desquité años dando a conocer a muchos autores que por primera vez se atrevieron a enviar sus textos literarios al Espectador.  No me equivoqué porque muchos de ellos resultaron buenos escritores y poetas, se ganaron varios premios, y si hoy me ven aseguran no conocerme.

J.R. Casi nunca se mencionan en las ediciones literarias a los ilustradores, como se escogen estás ilustraciones para la revista Puesto de Combate.
MA. Nunca pensé que me fueran a preguntar eso. La verdad es que hay una cantidad de gente que está dispuesta a dar a conocer su trabajo en las páginas de una revista. Yo los apoyo publicando dando a conocer  sus propuestas. Por otra parte,  yo cuento con material suficiente para ilustrar la revista con fotos de mi propiedad y de otros autores. Me gustaría que cada cuento o cada poema fuera ilustrado por alguien que lea los textos y después los interprete gráficamente. . Como no se ha podido  hacer de ese modo, consigo independientemente las  ilustraciones de acuerdo a los textos. 

J.R.  A lo largo de todos estos años  ha conocido muchos escritores y poetas me gustaría que nos contará algunas anécdotas de esos encuentros.
MA. Tengo cientos de anécdotas, como no.  Con Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo, Eduardo Mendoza Varela, José Manuel Arango, Orietta Lozano, Miguel Méndez Camacho, Isaías Peña Gutiérrez, Ernesto Cardenal, Roberto Fernández Retamar, María Mercedes Carranza, Javier Arango Ferrer, Germán Vargas, etc. Por ejemplo, a Gonzalo Arango lo conocí en Santa Marta y me habló del Infierno de la Belleza, me regaló su libro Sexo y Saxofón y que además me leyera a Rimbaud, especialmente Una temporada en el infierno.  Cuando yo regresé a Bogotá, vendí un litro de sangre para poder comprarlo, y eso que apenas costaba $16.50. Después de leer ese libro supe que lo que yo hacía no eran cuentos como todo el mundo hace sino poemas. Jaime Jaramillo me dijo que no escribiera, que ese era un trabajo para gente sin oficio, que lo más importante era el dinero, pero él vivía  desnudo. De Eduardo Mendoza diré que yo vivía a una ventana de su casa. A través de la ventanita de ese apartamento  su señora me  pedía cuentos míos  para publicarlos en El Tiempo; con el paso de los años terminé siendo Director Editorial de la revista “Mosaico II”, del Instituto de Cultura Hispánica. De Orietta Lozano me acuerdo que con un solo poema supe que ella sería una poeta erótica para toda la vida. El poema sencillamente decía: “Como en vez de hombres sólo había máquinas, me compré un gran espejo para hacerme el amor”.  De María Mercedes diré que  siempre  que me veía me decía “¡Poeta, poeta!”, y yo sin saber por qué  porque yo lo único que he sido en la vida es vendedor de espantapájaros. De Germán Vargas supe por qué apareció en Cien años de soledad. Estas anécdotas son bien interesantes si las cuento con pelos y señales, de lo contrario solo parecen chismes.

Milciades Arealo y Juan José Arango.

J.R. ¿Qué tan difícil es crear y mantener una publicación literaria?
MA. Lo difícil es vivir.  Para mí nunca ha sido nada difícil. Tengo todo lo indispensable: fotos, ilustraciones, escritores dispuestos a dar una entrevista, participar con sus creaciones en cada entrega, permanentemente recorro  el país conociendo a nuevos escritores y poetas, he vivido una vida intensa en la que he sido marinero, vendedor de libros, corrector de estilo, editor, fotógrafo, coleccionista de libros antiguos y revistas, etc.  Cuando yo dia a luz  Puesto de Combate, lo hice pensando que entenderían el mensaje: Puesto es un lugar, el lugar que nos correspondió en el mundo y Combate, el combate para un escritor  es con las palabras. Por lo demás, en la década del 60 y 70, todas las revistas, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego,  tenían nombres contestatarios. Hoy en día y de acuerdo a las transformaciones y connotaciones del lenguaje, pienso que debo cambiar de nombre. Un nombre más bonito, un nombre que lo signifique todo y a la vez sea tan bello como una mujer desnuda. 
 Mantener viva una revista en el país de los poetas, es un honor que cuesta. Hay que tener constancia y conocimiento de la literatura, y además plata y gente que crea en que lo que uno está haciendo vale la pena. Yo nunca he tenido ni un peso en el bolsillo ni un amigo rico, ni agencias de publicidad ni entidades de cultura que me apoyen, pero he sido capaz de creer durante cuatro décadas en el producto que se llama Puesto de Combate y que ha servido nacionalmente para impulsar la literatura colombiana.  

J.R. ¿Qué satisfacciones le ha dejado esta publicación?
MA. Muchísimas. He conocido a fondo la literatura colombiana, a sus creadores, sus libros, he recorrido el país como Escritor Invitado de algunos talleres de literatura. También me han ninguneado como a ninguno y envidiado  con ganas  y también golpeado y vilipendiado, porque en este gremio no solo hay escritores intocables sino también  boxeadores y esgrimistas. 

J.R. ¿Qué lo hizo pensar en poner fin a la publicación Puesto de Combate en la edición  No.  80? ¿Después del cierre de Puesto de Combate qué proyectos vienen?
MA. Puesto de Combate no se acaba ni se acabará nunca; soy yo el que se está acabando. Mira que tengo varios libros inéditos. Los tengo ahí en una memoria y sigo escribiendo cada noche más y más. Como te puedes dar cuenta, en vez de publicar una revista es mejor que publique mis libros; ya es hora. Eso es lo que voy a tratar de hacer de ahora en adelante, publicar mis libros. Sé que son bonitos, extraños, raros y bien escritos.

J.R. Nunca se pensó en una edición digital de Puesto de Combate.
MA. De no hacer Puesto de Combate en forma física, cabe la posibilidad  de hacer que siga saliendo en forma digital.

J.R.  ¿Sé que tiene varios libros inéditos cuál de ellos quisiera publicar este año?
MA. Me gustaría  poder publicar  EL VENDEDOR DE ESPANTAPAJAROS, un libro de cuentos juveniles que antes se llamaba INVENTARIO DE INVIERNO y que fue pirateado por una editorial 4 veces. Es un libro que gusta mucho en los colegios.  También me gustaría publicar la Tercera Edición de EL OFICIO DE LA ADORACION, que para mí es el  mejor libro de relatos urbanos  sobre  el Barrio Santa Fe en el año de 1957. En ese libro hablo de Bogotá, que soñaba por entonces ser una gran urbe estilo París y no la que hoy tenemos. Otro libro sería  entonces CÁLIDA CARNE, un libro de cuentos eróticos, en el mejor sentido.
Tengo otros libros  inéditos de cuentos, una novela, el guión de una película, una obra de  teatro,  varios ensayos,  una coleccción de entrevistas, un libro de poemas y un archivo fotográfico extenso, en fin… Tengo tantas cosas escritas y “la edad se me vino encima”  que ya no me preocupa  si logro o no publicarlas. 

J.R.  ¿Cuál cuento le gustaría que leyéramos en esta entrevista?
MA. La Muchacha de la Ventana o Mala Suerte o Inventario de Invierno o El Caballo del Viento y la muchacha desnuda o…  Cualquiera de los cuentos míos  es chévere. Os lo aseguro. 

Bogotá, enero 26 de 2014 
 


LA MUCHACHA DE LA VENTANA

He sido y seré siempre feliz.
Siempre no quiere decir mientras viva, sino eternamente.
Jaime Jaramillo Escobar.


    Era lo más parecido a una flor enjaulada.
    Yo siempre la vi así, mas nunca me atreví a decirle palabras bonitas ni nada por el estilo, no porque le tuviera miedo a su belleza sino a su marido, el campeón nacional de lucha libre. A mí también me gustaba la lucha, pero no tanto como para irme detrás de “Pecho-de-lámina” a pedirle un autógrafo. Eso era de mal gusto para mí.  Yo prefería hacer cosas que no me exigieran mayor esfuerzo.
     Mariám vivía en la calle 22 A, en el segundo piso del Edificio Monserrate. Todos los días yo pasaba por allí a comprarle la comida a mi perrita Crispeta, sólo por verla. Cuando iba para el colegio la veía en la ventana pintándose las uñas.  Desde el comedor de La Casa también la veía. Es que ella era una tentación para mí.  ¡Seguro! Desde cualquier parte del mundo que la viera ella era linda. Así la vi la primera vez y así la seguí viendo durante el tiempo que duró el verano. 
    Un domingo que yo bajaba para La Casa, sucedió lo inesperado.  Ella estaba en la ventana de su apartamento gastando las horas de ese domingo de estío, mirando sin ver la calle desolada.
    --¡Adiós, lindo! –gritó al verme.
   De la emoción se me cayeron las partituras de las canciones en latín que me había dado el profesor Arias para cantar en la iglesia, mas no hice ningún intento por recogerlas. Me quedé como una estatua de sal, lelo, ido, ensimismado.
   --¿Cuándo los van a presentar en la televisión? –me preguntó, sacando su cuello de jirafa por entre los barrotes de la ventana.
   --Dentro de un mes. Eso fue lo que nos dijo el profesor Arias –le respondí.  Levanté   las hojas del piso y seguí mirándola.  
    --Yo no sé qué voy a hacer cuando empiece el invierno –dijo como ánima sola en desolado templo.  Eso fue lo que verdaderamente me hizo daño, que me hablara de su soledad.
    --¡Cómprese un paraguas! –le dije para animarla.      
   --¿Por qué no sube y me arregla el calentador? –me pidió.
    Era un domingo tan lleno de sol por todos lados que daban ganas que toda la vida fuera como el domingo.
    --Más tarde vengo. Mi hermano me invitó al Hipódromo –le dije.
    Después del almuerzo acompañé a mi hermano deseando que cayera una lluvia torrencial y la pista se enlodara para que los caballos no pudieran correr y todos los apostadores se quedaran con los crespos hechos; nada de eso sucedió. Mi hermano terminó de vender las boletas de la última carrera y nos devolvimos para la casa. 
     Al anochecer regresé donde Mariam provisto de una llave inglesa y un destornillador. Mi fama de electricista empírico se había extendido por el barrio como un reguero de pólvora. Las señoras de la vecindad vivían solicitando mis servicios a cambio de unos pesos que me servían para comprarle la comida a mi perrita Crispeta. Mariám bajó a abrirme la puerta y subimos, ella delante de mí envuelta en una levantadora de seda negra y meneando el trasero de la manera más escandalosa, y yo agarrado del pasamanos para no rodar por la escalera.  La detallé: no tenía más de treinta años. Sus modales eran finos y agradable su conversación. Tenía el cabello rubio, largo, el cuerpo esbelto, los ojos de avellana, el rostro bronceado por el sol. Le pregunté si conocía el mar.
     --La semana pasada estuve en Santa Marta –dijo, para hacerme saber que se podía dar los lujos que quisiera. 
    --Haroldo prometió llevarme a conocer el mar si ganaba el año, pero  estoy seguro que ni ganando el año me va a llevar porque está pagando las cuotas de un vestido que  compró para ir los domingos a visitar a su novia –le dije. 
     El apartamento era muy bonito, alfombrado de pared a pared, pintado de amarillo y arreglado con mucho esmero. Sobre la mesa del comedor había girasol. Una jaula con un canario colgaba en la terraza del lavadero. La máscara de “pechoelamina” colgaba de un clavo detrás de la puerta. Le pregunté por el calentador. Hizo un mohín con los labios y me señaló un cuarto oscuro detrás de la cocina. Revisé el taco de entrada, encendí y apagué las luces varias veces, revisé los cables. Conecté el calentador y funcionó correctamente. Para cerciorarme que todo estaba en perfectas condiciones repetí varias veces la misma operación.  
    --Había un cable mal conectado, pero ya quedó listo –le dije.
    Quiso  pagarme con un billete de cien pesos que yo nunca había tenido en mis bolsillos, pero preferí pedirle un café.  Puso la cafetera en la estufa.
   --¡Okey! –dijo. No sabía cómo decirle, pero, ¿qué iba a pasar si llegaba su marido y me encontraba en su apartamento hablando con su mujer como Jesús en el templo?
    --Juan Manuel; no mata ni una mosca –dijo con desdén.   
     Ya para entonces era como si fuéramos amigos de tiempo atrás y charlábamos tan cerca el uno del otro que yo podía sentir que los pálpitos de su corazón querían salírsele del pecho. 
    --¿Cómo te llamas?
    --Alejandro, pero me dicen Alexandro.
   --Bonito nombre para un chico.
    --El tuyo es más lindo: “Mariam”. La boca se le llena a uno de miel y nieve.
    --¿Tienes novia? –me preguntó sonriendo. 
    --No tengo novia. Las mujeres   son muy locas... 
    El aire olía a perfume. Por la calle bajaba un bus. En la casa siguiente regañaban a una niña. Unos muchachos pasaron cantando una canción de amor. Después todo quedó en silencio y tuve la impresión que la gente había  abandonado la ciudad y nos habían dejado solos, completamente solos. Me asomé a la ventana buscando por dónde escapar. Y sin embargo, ninguno de los dos hacía nada por partir, lejos de los espejos, de las soledades y los tormentos.
     La cafetera comenzó a silbar. Mariám fue a la cocina y regresó con dos pocillos de café y unas tostadas embadurnadas de mantequilla.
    --Va a comenzar a llover con el tamaño de un miedo y muchas furias  –le dije.
     Se levantó a ponerle la caperuza de tela a la jaula de los canarios, apagó las luces de la cocina y también las del comedor; únicamente dejó encendida la luz de su nochero. Cuando Mariám volvió a sentarse a mi lado me di cuenta que todo a mi alrededor era amarillo, salvo ella que estaba vestida de negro de la cabeza a los pies.  Me gustaba mirarla porque formaba parte del paisaje de esa calle que no era mi calle sino todas las calles del mundo. Ella estaría por siempre en mirando por la ventana tan sólo para que yo la mirara.     
    Como yo no quería poner en aprietos a Mariam cuando llegara Juan Manuel ni tampoco preocupar a mi hermano por la demora en volver a La Casa, le dije que me iba antes que empezara a llover.  
    --Ya deben estar preocupados por mi demora en volver a casa.-- Quédate otro ratico y jugamos dominó. Juan Manuel está en un campeonato de lucha libre en Medellín y no volverá sino hasta que pierda el alma --dijo tendida boca abajo sobre su lecho de pieles.
      --Si tú lo dices…      
       Yo prefería la contemplación al goce, pero ella me abrazó contra su pecho como si yo fuese su hijo. Olía delicioso. Lo mismo su pelo, su cuello, el nacimiento de los senos, las axilas, la pradera de su sexo, toda ella. Y cuando la tuve desnuda sobre su lecho  de pieles más parecía una rosa que una muchacha.      
     Cuando las gotas de lluvia comenzaron a golpear en la ventana anunciando la llegada del invierno, nos asomamos a mirar cómo se iban formando los ríos que más tarde llegarían al mar. El mar quedaba muy lejos, a la orilla del trópico, en la mitad del mundo. Los hombres construían enormes barcos para cruzar el mar, pero siempre llegaban al mismo puerto. El puerto era el amor. Mariam era un puerto abierto al amor y yo un barco cargado de deseos. Tomé su cuerpo entre mis manos y navegué sobre sus olas, una y otra vez, no queriendo llegar jamás a mi destino.   
    --Es tan difícil entender todas las cosas que hizo Dios –reflexioné.
    --La felicidad dura todo el tiempo que uno quiera –me respondió. 
    Me vestí lleno de dicha, casi cantando. Y cuando me despedí volví a besar los labios de su sexo como si fueran los pétalos de una rosa.
    --No olvides llamarme cuando se te dañe el calentador –le recomendé.
      La calle era un río de orilla a orilla, pero haciendo piruetas en medio de la oscuridad, atravesé la corriente. Tan pronto estuve en la acera opuesta, Mariam asomó la cabeza por entre los barrotes de su jaula y dejó oír su grito herido en todo el barrio:
    --¡Adiós, lindo! 
    Ni al día siguiente ni durante el tiempo que duró el invierno volví a verla asomada en la ventana. Estuve triste una semana, no volví a pasar por su calle, pero tan pronto los días volvieron a ser luminosos y alegres, subí a llevarle la noticia de que nos íbamos a presentar en la televisión.
   --Ella ya no vive aquí –me dijo Juan Manuel alistando sus trajes de luchador; se iba al día siguiente a un campeonato de lucha libre en Cali. 
   --¿Por qué se fue? --le pregunté intrigado, mirando hacia el fondo de la habitación vacía, quiero decir sin Mariám. 
    --Amaba tanto la lluvia que se fue con ella –dijo con un dejo de resignación.
    Le pedí un autógrafo y salí.
    Desde entonces esa calle fue mía y el recuerdo de Mariam también.


HACIA LO QUE NO TIENE NOMBRE

Por: Johanna Marcela Rozo Enciso
mujerdeniebla29@yahoo.es
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(…) Por favor
Vuelve. Por favor, existe. Pero no ocurre nada…
MARY JO BANG




El suicidio y la locura son temas que me han inquietado no solo desde la literatura sino desde la vida misma, he leído con gran interés sobre  poetas y escritores que me han conmovido hasta el alma con su obra, y que también me han causado gran congoja con sus vidas: Virginia, Storni, Carranza, Pizarnick, Jattin, en fin.

Este entrometimiento me lleva precisamente al libro de Piedad Bonnett; Lo que no tiene nombre una narración hecha desde las entrañas, con la pluma dolorida de una madre que perdió a su hijo, pero también de una madre que quiere a través de la palabra homenajear a un artista sensible, apasionado a quien “la enfermedad que no tiene nombre” le quito su verdadero YO.

En este libro Piedad Bonnett de manera  generosa abrió la puerta de su casa para que nosotros  los lectores conociéramos la intimidad de la tragedia, mostrando episodios que fueron desfigurando el ánimo  de Daniel Segura Bonnett, el protagonista de cada página, un muchacho que  luchó con sus pesadillas recurrentes para finalmente   liberarse desde un sexto piso en New York.

Sin embargo siendo Daniel un artista no desapareció del todo. Nos queda a quienes no lo conocimos en vida una idea de quien era él, de sus temores, de sus retos, de sus aventuras… a través de la voz que le prestó Piedad Bonnett: 
“Y lo he hecho con palabras, porque ellas, que son móviles, que hablan siempre de manera distinta, no petrifican, no hacen las veces de tumba”, y para que el olvido no persista podemos  descubrir  sus inquietudes artísticas por medio del blogger que crearon su hermana Renata y su mamá. www.danielsegurabonnett.blogspot.com

La literatura sino cura el dolor al menos lo apacigua, y en este relato  nos develan los miedos que todos hemos tenido al perder un ser querido, tal vez por eso nos suena tan sincero: “Que tememos olvidar la voz, el olor, quién sabe si el rostro”.


Autorretrato- Daniel Segura Bonnett.

lunes

 







RECUERDOS DE LA AVIACIÓN EN FUSAGASUGÁ
Por: Johanna Marcela Rozo Enciso
mujerdeniebla29@yahoo.es
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Tuve la grata sorpresa de recibir la llamada el año anterior de Camilo Daza, por supuesto era Camilo Daza Junior el nieto; él había leído la reseña sobre el libro “Por Los Caminos del Cielo” de la escritora Pilar Lozano en este espacio de Red y Acción, donde mencioné que Camilo Daza no tenía un museo en su ciudad natal, Pamplona.
 
 

Camilo Daza Junior, llamó entonces a aclarar que aunque no exista un museo, en estas tierras Norte-Santanderianas en honor a su abuelo quien fue precursor de la aviación en Colombia; él se había dado a la tarea de fundar el Museo Camilo Daza Álvarez en la ciudad de Fusagasugá en Cundinamarca; una buena noticia para todos los pamploneses.

En este museo, Camilo Daza Junior, recopila los objetos tanto personales como del oficio de aviador comercial y militar de Daza, esta idea inicia como un proyecto familiar guardando objetos que hablan de la historia comercial y militar de Colombia y de uno de sus pioneros.
 
 

Camilo Daza Álvarez estudio aviación en Estados Unidos a escondidas de su familia, quien no estaba de acuerdo con este tipo de profesión. La Idea del general Daza, era romper las fronteras naturales y podemos conectar en todo el territorio colombiano, ya que las zonas montañosas impedían la comunicación y hacían más difícil el comercio.
Se estrelló muchas veces en estos aviones que parecían de juguete, sin embargo impulso la aviación y participó en la defensa de la soberanía contra Perú donde surge la aviación militar. Camilo Daza muere el 18 de marzo 1975, pero el aeropuerto de Cúcuta lleva su nombre y también el Comando aéreo de transporte militar de Bogotá Catan.

Muchos han sido los homenajes recientes, el grupo de literatura de Pamplona Rayuela, publica un periódico cultural con el nombre El Vuelo del Cerezo, en homenaje al general Daza y rememorando la anécdota de su estrellada en un cerezo para no llevarse por delante a la gente que lo saludaba en lo que hoy son los terrenos del colegio Provincial.

El artista pamplonés Logan Mauricio Delgado, en su más reciente exposición resalta su legado con un retrato que hoy ya se encuentra en el Museo de Fusagasugá.

No me queda más que invitarlos a que conozcan el Museo Camilo Daza Álvarez y disfruten de los objetos que allí se encuentran: espadas, uniformes, aviones y hasta un carnet firmado por el rey Alfonso XIII.
 
 

jueves


MANUEL IVAN URBINA SANTANFE
LA VERSATILIDAD EN LA LITERATURA


Por: Johanna Marcela Rozo Enciso
mujerdeniebla29@yahoo.es


Manuel Iván Urbina Santafé escritor pamplonés, que reside en Cúcuta desde hace muchos años, nos habla hoy de literatura y de talleres de escritura. Él escribe poesía, cuentos, literatura infantil entre otros, paseándose fácilmente por todos los géneros literarios. Ha obtenido numerosos premios en diferentes categorías y actualmente es director de los talleres Relata Cúcuta.


J. R: Manuel Iván, bienvenido, empecemos a hablar de tus inicios en la literatura, de esos primeros textos si aún los tienes, si se publicaron o se desecharon, cómo fue el apoyo de tu familia en esta carrera literaria.

M. I.: Bueno, los primeros textos se me perdieron, por fortuna. Los que sobrevivieron, los quemé. Y el primer libro de poesía lo considero superado. Está en una edición de hizo la Cámara de Comercio de Cúcuta, y que hoy conservo como una rareza y un recuerdo. Eran poemas intimistas, muy personales, escritos para exorcizar el amor y el desamor.

Toda actividad artística tiene un proceso de aprendizaje que no termina. Y viendo los trabajos en perspectiva, con un mayor bagaje de lectura y experiencias de escritura, uno va siendo autocrítico.

J.R: La lectura y la escritura van de la mano, cuéntanos de esos primeros libros que leíste y de los libros que leías en la adolescencia.

Hay una serie de libros que se han leído en todas “las adolescencias”. Yo tengo una lista que incluye a Julio Verne, Hermann Hesse, Ernesto Cardenal, Nikos Kanzantzakis, Rabindranath Tagore, el mismo García Márquez.

Creo que la primera novela que leí fue Holocausto, sobre el genocidio perpetrado por los nazis. La estaba leyendo mi padre, que había cursado apenas hasta tercer grado de primaria, pero era un excelente lector.

J.R ¿Qué libro regala con frecuencia?

He regalado Las cenizas de Ángela, un hermoso libro sobre la infancia. No lo hago con frecuencia porque los libros están muy caros. También he regalado Primera nieve en el monte Fuji de Yasunari Kawabata y Nieve de Orhan Pamuk. Y El libro de las ilusiones de Paul Auster, que se lo regalé a mi querida amiga Martha Fajardo de Relata Ibagué.

Generalmente regalo libros de narrativa (o los presto, que es lo mismo), porque los libros de poesía los conservo para releerlos.

J.R ¿Qué libro no leería o recomendaría leer?

El último de Uribe, y el que siga, y el que siga.


J.R Eres un escritor que tiene facilidad para escribir poesía y narrativa, si tuvieras que escoger con cuál te quedarías y por qué


Si tuviera qué escoger sería muy triste. Pero me siento en mis aguas con la poesía y la narrativa para niños y jóvenes.

J.R Has ganado muchos premios en diferentes categorías literarias, ¿cuál de ellos ha sido más significativo y cuál es la razón?

En narrativa, la mención en el Premio Internacional Enka de Literatura Infantil y Juvenil, porque me abrió las puertas de las editoriales.

Y el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 2011. Porque lo han ganado maestros que admiro, porque Cote es uno de mis autores favoritos.

J.R. ¿Cómo empiezas a construir un libro? ¿Cuál de tus obras sería tu favorita?

Generalmente, la obra favorita es la más reciente. Eso le sucede a todos: el mejor es el último hijo, el último poema, la última novia, excepto si uno se casa con ella.

Comienzo a escribir un libro con apuntes libres, con impresiones sentidas, todo en gran desorden y escrito en cuadernos y papeles que se refunden y, a menudo, se pierden.

J. R Alguna vez perteneció a un taller literario.

No, pero me hubiera gustado participar. Me habría ahorrado mucho camino. No andaría ahora descubriendo el agua tibia.

J.R ¿Se hacen los escritores en los talleres de literatura?

Vienen hechos, generalmente. Pero el taller les da un espacio ideal para que germinen.

J.R ¿Qué le ha aportado Relata (Red nacional de talleres de escritura creativa), a la literatura colombiana?

Una oportunidad de inclusión para las regiones alejadas del centro. Una instancia de crítica en proceso de formación. Posibilidad de tránsito e interacción de los creadores.

J.R Finalmente que le recomendarías a los jóvenes que quieren ser escritores.

Lo primero, que disfruten. Cualquier actividad artística vale la pena si nos hace un poco felices (si nos hace muy felices, puede ser peligrosa).

Luego, que disfruten leyendo, escribiendo, escuchando, conociendo su realidad y comunicándola.

Que tengan el ego en un punto medio. Si está muy crecido el ego, nunca aprenderán, no se podrán corregir. Ni siquiera entenderán las críticas. Si el ego está por el piso, la primera crítica los sacará del camino de la escritura.


Manuel Iván Urbina Santafé



Docente y escritor colombiano (Pamplona, 1967).

Reside en Cúcuta. Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 2011 con el poemario El Dios de Johannes de Silentio. Premio Nacional de Cuento Infantil de Comfamiliar del Atlántico con “Una isla llamada Luna” (2009).

Finalista en el Concurso Barco de Vapor con Cantos u’wa en el corazón de Isabel y La dueña de la isla lunar (2009). En 2000 y 2001 obtuvo el Premio de Novela de Norte de Santander con las obras Donde los ángeles anidan, mención de honor en el Premio Internacional Enka de Literatura Infantil (Medellín, 2000), y En una plaza vacía.

En el Concurso Bienal de Literatura Colombo-Venezolana (San Cristóbal, 2003) alcanzó el primer puesto con el cuento “Soliloquio que Nancy no va a escuchar”.

Con la editorial Panamericana publicó Sören Kierkegaard: la conciencia de un desesperado (2005) y Donde los ángeles anidan. En poesía ha publicado Para que tú los entiendas (1998), Estudio de los seres y las cosas (2005) y Estudio compartido (2010), Premio de Poesía José Eusebio Caro.

Para el público infantil ha escrito Don Quijote leído por Alonso el Bueno (2004), De cómo le aparecieron las pecas a Rocío (2003), El Espíritu de los Libros (2005) y Una isla llamada Luna. Dirige en Cúcuta el taller de la Red Nacional de Escritura Creativa Renata.

lunes

CRUZ DEL SUR DOS CIUDADES, DOS MUJERES UN DESTINO
Por: Johanna Marcela Rozo Enciso



Conversé esta semana con el escritor español Rubén García Cebollero, nacido en Barcelona en el año 1975. Abogado de profesión y dedicado a la literatura por convicción. Rubén comenzó a escribir a los 14 años, y desde entonces ha escrito poesía, guiones, manuales de escritura y novela. Ganador de numerosos certámenes de poesía a nivel nacional. Cuenta con más de 30 títulos de su obra, en castellano, inglés, portugués, francés, italiano y alemán, tanto de narrativa breve, de novela, como de poesía.
Leonor
Fue finalista del premio Planeta con la novela EBRO 1938, que publicó en 2009 la editorial Nowtilus, ganador del Viernes Cultural de Cerdañola, y la UAB publicó el poemario de título “La luz de nuestras vistas”. En 2009 la editorial Delsan le publicó Almogavares I. Señores de Cornago. Galipoli, el inicio de una trilogía, cuyas portadas posteriores han sido obra del artista Ricardo Muñoz. El libro de relatos al que más afecto le tiene, sigue por diferentes líneas literarias siempre explorando, en continúa búsqueda de su ser frente a la palabra escrita.
Temponi David
Pero el tema que nos convoca hoy es la película Cruz del Sur, un film que habla sobre la problemática de la inmigración latina en medio de la crisis española. Juan su protagonista, es un uruguayo que enfrenta los recortes de personal de su empresa que lo lleva a buscar nuevas opciones de vida en otro país España, pero ya allí debe enfrentar situaciones y retos que no pensaba.
Rubén García Cebollero, contó para Red y Acción algunas confidencias de la creación del guión:
R. G. C . Por azar, por un único email de mi esposa, entramos en contacto David Sanz y Tony Lopez, que estaban interesados en dirigir una película sobre la batalla del Ebro.
Durante el proceso, se hicieron muchas versiones de guión, que hoy día han sido aparcadas por la crisis. Me comentaron que buscaban financiar Cruz del Sur y me permitieron leer una versión bastante anterior a lo que después fue el guión de rodaje. Entonces sucedió algo extraño, pues vi en la historia algo más que no estaba y que creí que podía escribir, así que le pregunté a David si como productor y con los otros guionistas vería bien autorizarme a escribir dicha novela.
Todo esto sucedió antes del rodaje de la película. Así que viví dos tipos distintos de creación, puesto que David y Tony me pidieron que interpretara uno de los personajes. Curiosamente, trabajaba de jefe de RRHH en ese momento, aunque por fortuna no tengo nada que ver con el personaje, mejor dicho, con la actitud fílmica del señor Guzmán. Fue una experiencia divertida, aunque son muchas horas de rodaje para que luego en pantalla mucho material no esté, por cuestiones de edición y de ritmo.
Visto desde dentro el esfuerzo para dar vida a una película es titánico, y en este caso ayudé a encontrar la financiación, y arriesgué con un crédito de mi bolsillo, porque sentí que eran capaces de contar una historia, sin pretensiones, sin alardes, cargada de humanidad y de una factura técnica impecable. La he visto casi 20 veces, y la disfruto mucho. El proceso en sí mismo fue toda una aventura, pues al ser coproducción se filmó entre Barcelona y Montevideo, con los traslados que eso supone, y con los riesgos.
Zaida Fornieles
El elenco actoral fue un acierto, pues junto al gran Walter Reyno, al fantástico Temponi, a la impresionante Leonor Svarcas, y al magnífico Alejandro Busch, aquí rayaron a un gran nivel tanto David Sanz, como Zaida Fornieles, como Blai Llopis, Dori Cano, Edu La Regina, Graciela de Santos, y todo el equipo técnico, con la fotografía de Iñigo Zubiracay. A ello contribuyó la ilusión de los alumnos de Claqueta y Acción, con Dani Feito, Sara San Martin, Javi, Sammy, Alejandro, Sara Marquez, Efrem, en una larguísima lista a la que debemos agradecer el compromiso, el esfuerzo y los sueños.
Los dejo con el trailer http://www.cruzdelsurfilm.com/trailer.html
Más reseñas en: www.demoliendo.blogspot.com
Fotografías cortesía de Rubén García Cebollero.